viernes, 23 de diciembre de 2016

Cómplices



Fuimos cómplices de amores despojados
en noches oscuras y cabellos sueltos,
con olor a trébol y claros de luna.
Artesanos de los labios y las manos
que arrancaban desatinadas lágrimas
desde las entrañas de la voluntad dormida.
Cómplices de permanecer allí,
donde todo es transparente y cercano,
aún el inexistente sendero de los amantes
o el amor deseado y no vivido.
Guardamos debajo la piel y por sobre el agua
las neblinas de otros tiempos,
que en los atardeceres se hacían oír un poco,
las remendamos con el punto más delgado
que nos permitió el aliento levantando vuelo
para que pudiéramos convivir  con ellas,
escalón tras escalón.
Cómplices en conversaciones nunca antes dichas
y en silencios que guardaban indivisibles secretos.
Por momentos,
dimos la espalda a todos los escombros
para no deberle nada a nadie.
Salpicamos de cariño a los instantes
como si hubiéramos estado esperando un siglo nuevo.
Pequeños pájaros creyendo que la libertad
era solo esa jaula de algunas horas,
nómadas de la eternidad, buscadores inútiles
del último rayo de luz en una cama muy ancha.
Así, fuimos amantes de intemperancia
en la complicidad que nos cruzó el destino.

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