Ahora
cierro mi boca, y apretó mis dientes.
Los
mismos que violentamente se reprimen
cuando
tan cerca tienen el aura de tus pezones,
ese
juego de simetría que deleita mis labios.
Los
mismos con los que callo llamarte desde lejos
o beben
el aire cálido de tu cuerpo desnudo.
Los
que se esconden en tus refugios
en
las neblinas del sueño o en la fiesta de tu risa.
Apretó
mis dientes en el pórtico de mi boca.
Otra
vez lo mismo. Encender los cigarrillos
esperando
que suban las vacías
columnas
de humo por la delicada materia de tu piel.
Resulta
sumamente difícil seguirlas,
son
fenómenos artísticos que te contornean y dibujan,
como
difusos substitutos de la sangre,
te
recorren como desearía hacerlo con mi lengua.
Esa,
que está enjaulada en la mazmorra de mi boca.
El pensamiento que se convierte en un sublime fenómeno artístico.
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