lunes, 5 de diciembre de 2016

Punto cítrico



En un descuido, los fluidos de la naranja
trazan surcos en la barbilla del niño.
Corren lentos y ondulantes por su cuello
y se llegan hasta la colina reluciente,
brillante de hartura, que es su panza.
La respiración carnosa del infante sube,
sube, baja y se renueva en ese vientre
modulado por rocíos de jugo de naranja.
El niño es una nada en el cordón de la vereda,
pasa desapercibido, calcinado en la memoria
de la tarde ardida de un murmullo tranquilo.
Un pulso que se abre y se estremece, lento,
detrás de una naranja que su mano aprieta.
Una mancha de tinta china con un punto cítrico.
Una nada, lo omitido, lo inexacto, y sin embargo,
visto de algún modo, solo él es poesía.

1 comentario: