Sus manos de verano y al sur, me descubren
arrebatos profundos de fruta madura que estremecen mi
piel.
Sus caricias son aceites que borran horizontes.
Se muestra, en la dulzura, como tierra prometida,
son sus dedos bálsamos de calma espiritual.
Estación de floraciones
impulsa el olor de su cuerpo.
Mi cabeza descansa sobre su vientre
y el único futuro posible existe en el cielo.
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