lunes, 2 de febrero de 2009

No fue un sueño

I
En la calle de los Perfumes
Sobre la avenida
de los Profetas,
En la marina ciudad de Tiro,
Monafazath del Sur,
Momentos antes
del llamado a oración
Abdel Rahim traza un camino
Sobre el polvo de la calle
Para que su auto de juguete
Emprenda un imaginario viaje
Hasta la orilla del mar.
Su abuelo Abdel Karin
Sentado en la vieja silla de paja
Sintiendo, ya sin sentir, el dolor
De esas dos piernas que le faltan
Desde la guerra anticolonial.
Ve el camino que traza su nieto
Y por él marchando a Amud
El hijo que fue
a los brazos del profeta
En la guerra de los seis días.
Abdel Rahim mira el cielo
Y ve el destello plateado
que se agranda,
Nunca sabrá que es un F-16
De origen norteamericano.
Tampoco sabrá
que ese humo blanco
Que sale de sus alas
es la última visión
Que sus ojos
antes del terrible calor
Abrace su cuerpo
y el de su abuelo sin piernas
Sin que él se de cuenta.

II

El Monte Carmel rezuma verdor
Las encinas agitan sus ramas
Como saludando el andar de Jemina
Que por el Jardín de las Estatuas camina
Contemplando las gacelas de Hai Bar.
Los ojos de sus cinco años buscan
Una imagen para pintar en su cuaderno
Soñando que un día también estará
Como su papá en Ein Hod de la calle Abbas,
En Haifas la ciudad del mar.
Sarah, la madre sonríe, pensando
Que allí conoció a David
Pintando el santuario de Ba´b
Jemina sienta sus piernas en el pasto,
El sol se filtra en los pinos,
Y también el dibuja sombras y luces.
Jemina mira el sol jugando en las hojas
Y ve otro sol que de a poco se agranda
Nunca sabrá que es un katyushas,
Tampoco sabrá que ese lápiz negro
Que baja del cielo dará el último trazo
A un dibujo cruento que estalla en sus ojos.
Sesgando sus sueños y los de su madre
Sin que ella se de cuenta.

III
La mesa de roble,
lustrada en esmero
Refleja la araña
Que cuelga del techo.
Veinte sombras bailan
en las paredes de terciopelo
los grandes del mundo
están en Roma
de San Pedro la cúpula
vigila el evento
Son veinte personas
De veinte países
Todos discutiendo
Si Israel o Herzbolah
Si Líbano o Siria
Deben hacer “alto el fuego”
Son veinte voces
Distintas e iguales,
Ninguna de Abdel Rahim
Ninguna de Jemina.
Son veinte voces
Discurriendo eternas
En tanto que calman
Con pequeños bocados
Sus agitados nervios
De la tensa espera.
Sobre el centro del roble
De la lustrosa mesa
En dorada bandeja
Trozos de humeante
Carne se les ofrece,
Dos manos alzadas
Implorando al cielo
En el centro dorado,
Macabro recuerdo
De los que fueran
Abdel Rahim y Jamina,
Sin que ellos se den cuenta.

IV
Despierto en mi lecho,
Prendo el televisor
Eso… no fue un sueño.

1 comentario:

  1. Creo que es un buen poema, que contiene una historia de la cual se habla hoy en día. Me llama la atención porque es un poema donde se narra un acontecer histórico con su ritmo particular y muy sentido.
    Pasé para observar y te dejo mi blog para que también lo revises cuando tengas tiempo; hay algo que escribí sobre lo que pienso de la guerra árabe-israelí, sin muchos detalles. Un saludo desde Venezuela.
    Teresa.
    www.teresaeneltiempo.blogspot.com

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