martes, 3 de febrero de 2009

Una esquina

Era una esquina cualquiera,
dos cruces de calles, de barrio,
que el tiempo fue cambiando,
tan solo para mostrarme
que también a mi, me va pasando.
Nunca fueron de doble mano,
como si la vida tuviera un solo sentido,
el devenir de sur a norte
o transcurrir de este a oeste,
claro indicio de que solo transitamos
hacia un final del que no escapamos.
Allí lo tenía todo en mi niñez:
el viejo garage con un único teléfono,
a Don José con esquina de almacen,
a Miranda transformando lona,
en siempre azules aburridas zapatilla.
al Pesquisa y su hermano, el Loco.
El olor aguardentoso del boliche
del viejo ruso Abraham,
las bolitas que compraba, diez por cinco,
en el bazar del turco Abad,
y los ojos de la turquita,
mas deseados y bellos que la mejor lecherita.
El taquero de la ronda,
que sacó fama de heroe
el día que con dos "cuetazos"
paro un chorro que termino en la "veinte".
El empedrado irregular de los adoquines,
y los ríos que las tormentas formaban
junto al cordon de la vereda.
Estaba todo. No faltaba nada,
ni la barra de esa esquina,
Catamarca y Cochabamba,
barrio de San Cristobal,
capaz de lavar la vereda de tu vieja,
para que te deje salir el sábado,
o de plantarse al mas pintado
si veía que la mano venía fulera.
Ayer pasé por esa esquina
que los años transformaron,
la autopista barrio la calle,
llevandose los ojos de la Turca,
el fiambre de don José ya no está,
ni el cobijo del boliche,
la "veinte" cambio de lugar,
y la barra de la esquina,
solidaria y quejumbrosa,
se transformó en pobres curdas,
perdedores de la vida.

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