martes, 21 de abril de 2015

Ajeno día

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Andaba de tiempos vacíos y de olvido,
tratando de encontrarme en los andenes,
desapareciendo en ombligos nocturnos.
Marino de sueños, siguiendo nubes rojas,
en el sur me residía una necesidad de paz
y perfumes de jazmines detrás del cristal.
En la mirada disfrutaba danzas de palomas.
Una parva de nociones vagas, en remolino,
me derrochaban en la memoria melodiosa
de las aguas, volviendo en torno al pasado.
Me aprecié desierto elevado de la filosofía,
furibundo elemento integrante de una farsa,
quíntuple campeón olímpico de una leyenda,
sinónimo manoseado de la transparencia.
Cansado de que ninguno ocupara mi lugar,
substraje  mis dedos del bolsillo izquierdo,
me alisté en la armada de los países pobres,
corté el hilo donde cuelga triste tu memoria,
dejé atrás, de una vez, el ¿qué debo hacer?
y, con un griego deslumbramiento de otoño,
sin decir adiós, me inicié igual en ajeno día.

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