lunes, 27 de abril de 2015

Tedio

Inconexo, el domingo se deja ganar por el estío.
Presencias inocuas habitan las cuatro paredes,
deseos de que algo pase, pero solo la nada pasa.
Ausencias afables, se apostan el fin de semana,
deambulan en un viaje eterno si ir a ningún lado.
Lejos del semanal ajetreo, el domingo se sabe raro,
colmado de espantajos que se escabullen entre
manchas dejadas en la pared  por ajenas manos.
La ciudad es un trascendental vacío de rostros,
una arquitectura de abismos poblada de escaleras.
El dolor del metal  late en el sosiego dominguero.
Las sombras, acarician espejismos sorprendidos.
Una casina precipitación de instantes, irremediable,
lo va empujando a la evocación en lenta muerte.

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