Divagando
al fin del día,
me
despojo con silencios
de
las sobrantes palabras.
Atesorando
desnudeces,
me
hundo en ese vacío
que
cobija la ignorancia,
hasta
que en la alborada,
vuelvo
a la necesidad
de
envolver mis miserias
con
madrigales de letras.
Y
suelo encontrarlas allí,
merodeando
mi osadía,
para
restituirme resquicios
por
los que pueda aprender.
Al fin del día, se torna necesario el silencio, aunque en él se cobije la más recóndita imaginación. Excelente poema. Malania
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