Se te ve venir desde fugitivas lejanías,
encadenada a espectrales presencias.
En tu alforja se ahorran amargos sabores,
velados, tras los disfraces de barato rímel.
Un impulso aborigen te alza en alboroto,
azuzando un algo que solo algún dios sabe,
y que te renueva en ese antes y después,
que devela el misterio de tu persistencia.
Sin dobleces, iracunda, te revelas a la vida.
Tu caminar no se mengua por las piedras,
ni ante la ausencia del sello de Justicia.
De muchas malas caídas has hecho coraza,
pese a que el triunfo no te ha bendecido.
Forastera de encierros y lejana de fortunas,
en lo azaroso, sobrevives
cotidianamente,
descubriendo ignotos talentos, preexistes
por sobre la hipocresía y todo lo
magro.
No te gusta, pero así es la vida a veces.
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