Descocado,
el sol se desperdiga en los ojos,
empeñándose
en anegar de luz las pupilas,
filtrándose
por la ventana apresura al sueño.
La
modorra está ahí, ofreciendo resistencia.
Se
atrinchera en cobertores con atrevimiento,
defiende
su derecho a, tranquila, adormilarse.
Artero,
desde un flanco, aturde un despertador.
Amargado
amanecer inundado de luz y ruido.
Como
interrumpir la arremetida de tales recios
que
vienen a troncar la pasión de una noche
con
talantes tan desubicados e inoportunos?
Traidores
de los encantos de la vida, profanan,
a tambor batiente, las cobijantes
penumbras,
en las que siempre se refugian los despertares.
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